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La propaganda electoral que dio comienzo en los primeros días del año fue apasionada y violenta, sobre todo por parte de la izquierda que estaba dispuesta a utilizar todos los medios, lícitos e ilícitos, para hacerse con el poder. Lo había perdido en las elecciones del 3 de diciembre de 1933 a favor de la Ceda y estaba dispuesta a recuperarlo como fuera. Entre los líderes revolucionarios, destacaba por su carga de violencia, la oratoria de Largo Caballero. Sus consignas eran aceptadas con los ojos cerrados por las turbas dueñas de la calle. Muchos de sus discursos eran arengas de barricada, estaba furioso porque el gobierno había sofocado la revolución de Asturias de octubre de 1935. Así lo reflejan estas palabras suyas nada tranquilizadoras: "Cuando nos lancemos a la calle por segunda vez, que no se nos hable de generosidad y no se nos culpe, si los excesos de la revolución, se extreman hasta el punto de no respetar cosas ni personas". ( 33 ) Todos los oradores de la Izquierda utilizaron parecido estilo en los dos meses y medio de campaña, era la carnaza para las turbas revolu– cionarias. Con las soflamas de sus líderes, la chusma sentía acrecentarse de manera siniestra los deseos de violencia y revancha. Cruzar en aquella coyuntura las calles de Madrid era todo un riesgo, en cada esquina un pregonero con cara patibularia y voz cavernosa, vendía periódicos de iz– quierdas y literatura soviética. Las paredes y vallas publicitarias aparecían cubiertas de posters desde los que se amenazaba con puños cerrados, hoces y martillos, todo estaba preparado para cualquier atropello. Una arenga, una invitación y las masas, sedientas de imponer su voluntad ca– prichosa, marchaban en tromba en la dirección que se les indicara. En las elecciones de febrero del 36 se dio otra circunstancia que in– crementó en la población pacífica y religiosa el temor a la violencia. Los dirigentes socialistas y comunistas de la Casa del Pueblo enviaron una nota al director de Seguridad, Sr. Portela, pidiéndole que el día de las elecciones tuviera acuartelada la fuerza pública porque -según ellos- era innecesaria en los colegios electorales. Lo que temían los amantes del orden sucedió. Comunistas y socia– listas radicales organizaron la agitación callejera, durante las elecciones 173
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