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largo de la legislatura se presentaron artículos parecidos sobre la ense– ñanza, la propiedad privada, las restricciones en las manifestación reli– giosas y en mirar para otro lado cuando ocurrían atropellos de persona o casa de los religioso. La actividad antirreligiosa del Parlamento y la presencia continua revolucionaria en la calle hicieron que la tensión y sobresalto fueran com– pañeros inseparables de las religiosas concepcionistas. Sor María del Ro– sario nos lo confirma en pocas palabras: "Pasábamos días frecuentes de intranquilidad y angustia, siempre que ocurría algún suceso por el cual se temiese reacciones violentas de las masas, pues la fiera estaba en casa y andaba suelta". "En estas ocasiones -continúa la religiosa- cuando nos avisa– ban, de posibles peligros, toda la comunidad, pasaba la noche en oración ante el Santísimo y además se hacía mucha penitencia, en privado y en público. Esto ocurrió muchas veces" . En los cinco años largos que duró la República, hubo muchas oca– siones en que las religiosas tuvieron motivos serios para temer que las al– garadas callejeras pudieran salpicadas: el paro, la carestía galopante de la vida que multiplicaba rápidamente los pobres, los frecuentes cambios de gobierno, la lucha entre sí de los sindicatos anárquicos y los socialistas radicales, las elecciones en diciembre de 1933; las huelgas, casi diarias, la sublevación de San Jurjo en agosto del 34, la revolución de octubre de 1935, etc. Estos acontecimientos y muchos otros que sacudieron la vida nacional en esos años, tenían siempre su repercusión en las calles, con ma– nifestaciones, donde se proferían gritos y frases amenazantes, acompañados muchas veces de actos de violencia contra casas o instituciones religiosas. Inquietantes augurios del Año Nuevo. 1936 figurará siempre como uno de los años fatídicos en la Historia de España. Nació ya con varios interrogantes nada tranquilizadores. El 31 de diciembre del 1935, se disolvía el enésimo gobierno de la República y antes de tomar las uvas, el Sr. Portela Valladares, presidente del Gobierno, había ya formado otro gobierno, pero con el decreto de la disolución de las Cortes en el bolsillo y elecciones para el 16 de febrero. 172
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