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Otra vez en la calle. La rapidez en la primera salida, fue causa de que muchas cosas quedaran desordenadas en el monasterio, fuera de su sitio y de cualquier manera; por eso la Comunidad empleó varios días en normalizar su vida de convento. Pero apenas lo habían conseguido, se produjo nueva situación en la calle que aconsejaba, por prudencia, abandonar el monasterio. El Gobierno republicano convocó, el, día 4 de junio elecciones a Cortes Constituyentes para el día 27 del mismo mes. Las religiosas sabían por experiencia que tales fechas eran peligrosas, fáciles para los grandes alborotos, seguidos casi siempre de actos vandálicos. Los numerosos par– tidos de izquierda montaron una propaganda impresionante, sembraron el temor en las calles con gritos intimidatorios, y casi siempre reforzaban su demostración de fuerza con destrozos en el mobiliario, o la quema y saqueo de alguna iglesia o casa religiosa. Por otra parte, cuando se pro– ducían estos conatos de violencia contra los monasterios religiosos, esta– ban completamente desprotegidas, porque las fuerzas del orden permanecían acuarteladas precisamente en esos días y en esas ocasiones de mayor inseguridad ciudadana. El segundo abandono del convento fue breve y sin incidentes. Per– manecieron fuera los días inmediatos y en la fecha de las elecciones, en total, cuatro a seis días. Aunque se organizaron numerosas manifestacio– nes, no alcanzaron la peligrosidad de otras ocasiones. Tres de las enfermas, especialmente delicadas quedaron ingresadas de momento en el Hospital de la Venerable Orden Tercera Franciscana, situado en la calle San Bernabé, nº 13. Más tarde fueron instaladas en el nº 19 de Francisco Silvela. De esta casa hablaremos más adelante, por– que en la misma, pero en el séptima planta, vivió la Comunidad de Con– cepcionistas casi cuatro meses de infierno antes del martirio. En estos mismos días ocurrió algo muy triste para las religiosas. Fa– lleció una de las enfermas, refugiadas en el piso de Francisco Silvela, muy querida y venerada por todas, era una religiosa de grandes valores hu– manos y espirituales, y había sido varios trienios superiora de la Comu– nidad. A pesar de las gestiones realizadas no se pudo conseguir sepultarla en el cementerio del convento. 170

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