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agraviar y expiar tantos pecados como se cometen en el mundo. El mundo está perdido por el odio, así el mayor consuelo que podemos dar al Corazón de Jesús, es amarnos cada vez más unos a otros". Conociendo las circunstancias concretas en que fue escrita esta carta, no se puede leer sin sentir profunda y escalofriante emoción. Ella vive acosada y sólo le preocupa su respuesta personal a Dios desde su ser de religiosa, como si los peligros que amenazan su vida no tuvieran importancia. Esta actitud y en aquellos días, solo puede tenerla una santa. Sor Mª Beatriz extiende también su interés y preocupación por su hermano Julián que cumple el servicio militar en Pamplona. Víctor, el otro hermano le había dicho en su carta, que Julián estaba de asistente con un capitán y ella deseosa de mantenerle siempre al amparo de cual– quier peligro, sobre todo espiritual le dice: "Creo que será buen católico ese capitán a quien sirves. Si así no fuera, ten mucho cuidado con los consejos que te da, ante todo cuida de estar siempre bien con Dios, teniendo limpia la conciencia, que, aunque siempre debemos tenerla limpia, en ocasiones de peligro como las actuales, con mayor motivo". Aprovechando uno de los permisos, Julián hizo una visita a su her– mana. Eran días de mucho frío y el hermano cogió un solemne resfriado, los padres se lo había contado y ella se lo comenta con cierto sentido bro– mista y maternal: "Conque te ha costado cara la visita que me hi– ciste, iverdad? Ya te decíamos que te abrigaras y tú por no gastar los cuartos no lo hiciste, me gustó mucho verte, pero si yo sé lo que te había de costar, no estás tantos días en Madrid". Sor Mª Beatriz nos demuestra con gran naturalidad y sencillez que una gran intimidad con el Señor en la oración y la plena integración en el ritmo habitual de la vida del convento, de ninguna manera se oponen al cultivo del cariño y trato normal con los padres y hermanos e intere– sarse por sus problemas humanos y espirituales. 160

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