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Como escribe en la primera quincena de julio, conoce por experien– cia las faenas pesadas y molestas que esperan a sus padres en los meses estivales: madrugones para acarrear la mies y las horas monótonas, dando vueltas en la trilla al paso cansino de las vacas y soportando un calor achicharrante. La hija religiosa aprovecha esta circunstancia para hacerles unas re– flexiones dictadas por la situación especial que se vive en España, de ma– nera especial en Madrid y las grandes ciudades: "De todas partes nos dicen que está malo el campo, pero no debe extrañarnos, si no fuera tan grande la misericordia de Dios, iqué sería de nosotros por tantos pecados como se han cometido y se están cometiendo en España?" Motivos tiene el Señor para negarnos hasta el agua para beber y el aire para respirar, pero es tan buen Padre que no obra así, sino que nos concede la vida y lo necesario para conser– varla, seamos agradecidos a tanta bondad, cumpliendo siempre con nuestras obligaciones y cuando les sofoque el calor, ofréz– canlo al Señor, en desagravio de tantos infelices que por huir del trabajo, llevan una vida colmada de iniquidad para terminar en una muerte eterna. iPobres hermanos nuestros! Que el Señor les abra los ojos antes que los cierren para siempre". Después de esta visión serena, llena de amor y compasión por los que ya eran sus enemigos, sospecha, lógicamente, que los padres están preocupados por su vida y su futuro en Madrid, asediada por tantos pe– ligros y trata de tranquilizarles con estas palabras: "Me alegro mucho, estén por ahí tranquilos; es otra gracia que les concede el Señor, vivir en un pueblecito que aún con– serva las costumbres de nuestros antepasados, tan cristianas y temerosas de Dios. Por aquí llevamos dos meses algo más tran– quilos, pues ahora les da por asaltar tiendas de comestibles y como en los conventos hay pocos jamones, que es lo que bus– can, nos dejan en paz, hasta que Dios quiera". 158
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