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dejó que se desahogara y luego con sus mejores recursos le ayudó a superar el mal trago. La compañera era muy fervorosa, por ese motivo Sor Mª Be– atriz utilizó preferentemente razones sobrenaturales: "Sor X -le decía- sea generosa, piénselo con tranquilidad, pero desde Dios. Pertenecer a un grupo o a otro de la comunidad es algo muy secundario para una religiosa, no afecta para nada a la ilusión y el trabajo fuerte y serio que usted hace por ser santa, incluso el no ser de coro le dará más tiempo y facilidades para darse a Dios. Además -la decía cuando la vio ya más animada- si es más bonito el velo blanco que el negro". Con estas palabras dichas con sencillez, con verdadero interés y cariño fraterno ayudó a la hermana a superar el mal trago. Cariño de hija y solicitud de hermana. En el "Decreto sobre la Vida Religiosa" del Vat.Il hay una expresión sumamente iluminadora y de actualidad innegable. Es como una bocanada de aire evangélico sobre las casas religiosas, de manera especial sobre los conventos de clausura. Se refiere a las relaciones de los religiosos con su familias y dice así: "Las re– laciones de los religiosos con su familia (padres biológicos y her– manos) ayuda al desarrollo afectivo normal de los religiosos". ( 27 ) Cuantos hemos sido confesores o ejercido alguna actividad pastoral en los conventos de clausura, pudimos constatar que en bastantes con– ventos, sobre todo antes del Concilio, los religiosos encontraban muchas reservas y trabas para una comunicación normal con su familia, a veces se intentaba justificar tales medidas restrictivas con las palabras del Evan– gelio: "El que quiera seguirme y no renuncia primero a su padre y a su madre... no puede ser discípulo mío". Por tanto, -se hacía la aplicación que parecía lógica- el religioso debe estar muerto para el mundo e incluso para su propia familia. Hoy con una interpretación más precisa y objetiva del Evangelio, mejores conocimientos de la psicología humana, y refrendado todo por la autoridad de la Iglesia, nadie se atreve a negar que la religiosa o el re– ligioso, aún después de haber emitido sus votos en una Orden o Congre– gación religiosa, continúa siendo tan hijo de sus padres y hermano de sus hermanos como antes, con derecho y obligación de cultivar los lazos afectivos y espirituales de cariño y agradecimiento con su familia bioló– gica. Y el religioso no puede cumplir con estos deberes filiales y fraternos , 153
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