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acostumbran en nuestra Comunidad, como besar los pies a todas las religiosas de la Comunidad, postrarse ante la puerta del coro al salir del examen, para que todos pasaran por encima de ella. Era también muy mortificada en la comida y bebida, jamás se quejó de las mismas, aunque se sirvieran en bastante malas condiciones". Valiéndose de su ascendiente, Sor Mª Beatriz trataba de contagiar a las jóvenes de su amor al sacrificio: "Me hería con frecuencia las manos en el lavadero -continúa Sor Mª del Sagrario. Un día advirtió que mis manos sangraban cuando hacíamos la colada, primero me compadeció y me sugirió algunos remedios para protegerlas, pero luego me animó a soportar la molestia por amor al Señor y me citó el caso que cuenta Santa Teresa de una religiosas car– melita que le sucedía lo mismo. Al pasar ante un crucifijo dijo esta religiosa al Señor: "Mira, Señor, como tengo mis manos", a lo que el Señor, desde el crucifijo le contestó: "Mira tú, cómo tengo yo las mías". A veces, Sor Mª Beatriz recurría a graciosas estratagemas para mor– tificarse. "También observé por mucho tiempo -sigue Sor Mª del Sagrario- que nunca se sentaba cómodamente para rezar el Ofi– cio Divino, apenas se apoyaba un poco en el banco. Aunque me daba cuenta que lo hacía para mortificarse, en cierta ocasión le pregunté por qué no se sentaba como las demás. Con su acos– tumbrada gracia se echó a reír y me dijo: ¿No me ves?, soy muy pequeñita y si me siento me quedarían los pies colgando". A la penitencia externa o física, unía nuestra hermana la mortifica– ción interna, la del amor propio y la sensibilidad. Todos sabemos, por experiencia, que es la más difícil pero la más convincente, la que mejor demuestra el grado de amor a Dios y a los hermanos y el grado de seño– río sobre nosotros mismos. San Francisco de Asís lo expresó muy acerta– damente en su celebre sentencia: "Hay muchos que entregándose a muchas abstinencias y asperezas, mortifican valientemente sus cuerpos; pero con una sola palabrita menos delicada hacia sus personas o por una niñería que les quiten, se desazonan al ins– tante y se turban". 149
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