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A veces, cuando vemos a las almas grandes hilar tan fino en las re– laciones con el Señor, tenemos peligro de considerarlo niñerías o cosas de ninguna importancia, mejor sería que, ante este comportamiento de los santos, pensáramos en lo mucho que nos falta a nosotros para des– cubrir la verdadera dimensión espiritual de las cosas pequeñas. El corazón y el alma de Sor Beatriz estaban llenos de Jesús, no merecía, por tanto, abandonar aunque sólo fuera por algunos momentos la presencia del Señor, para satisfacer una curiosidad o capricho insustanciales. Amiga de la penitencia. Había muchos motivos por los que Sor Mª Beatriz estaba convencida de que tenía que practicar la penitencia. Uno de los que llevaba en el alma como sal en carne viva era su contri– bución a desagraviar al Señor por tantos pecados y comportamientos desagradecidos de los hombres. Insiste en esta idea en sus cartas a la abuela y a los padres; sabemos también que con motivo del santo de la Madre, recitó unos versos muy sentidos que estaban centrados en el amor a los pecadores y que la mejor manera de demostrarles amor fraterno era multiplicar los actos de desagravio por sus muchos pecados. Sor Beatriz tenía también ideas muy claras sobre la necesidad per– sonal de la penitencia. En alguna ocasión comentó con sus alumnas de música las palabras de San Pablo: "Llevamos el precioso tesoro de la fe y de la fidelidad al Señor en el recipiente quebradizo de nuestra voluntad, débil vasija de barro, acosada por numerosos enemigos que intentan reducirle a cascotes". Como en el cultivo del recogimiento silencioso nuestra hermana nos sorprende con su ham– bre de penitencia. Aprovecha todas las formas de mortificarse que acon– seja la regla de las Concepcionistas y practica otras de iniciativa propia que le ayudan a tener fuerte la voluntad y educada la sensibilidad. Para conocer esta faceta de nuestra hermana, utilizamos casi de ma– nera exclusiva los datos que nos proporciona Sor Mª del Sagrario, com– pañera, amiga y fina observadora de todos los actos de nuestra hermana. Recuerdo sobre este particular -nos dice esta religiosa- que frecuentemente comía sentada en el suelo, hacía la disciplina en particular aparte de las mandadas semanalmente por las Constituciones, hacía otras numerosas mortificaciones que se 148
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