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"Vivía siempre recogida y silenciosa, a cualquier palabra o indicación contestaba con una dulce sonrisa, en caso de que ne– cesitara hablar, lo hacía con las palabras precisas y ni una más". Apropósito del silencio nos cuenta Sor Mª del Sagrario una expe– riencia que tuvo con ella: "Todos los días -dice- tenían que recoger el pan en la portería donde estaba Sor Beatriz de tornera. Jamás me dijo una palabra. Me introducía las barras del pan con la mejor de las sonrisas pero sin pronunciar palabra alguna". En términos parecidos se expresa Sor María del Rosario: "Siempre fue muy fervorosa y todas las virtudes las practicó en grado ejemplar, buscando agradar a su esposo con gran perfección, repito que, a pesar de sus pocos años, su obrar, fue siempre ejemplo de todas las virtudes, parecía una religiosa de muchos años. Desde que entré, procuré copiar de ella cuanto podía, pues en todo la veía santa". No resistimos a la tentación de citar el testimonio de Sor Corazón de María por su sencillez y frescura. Fue una de las últimas alumnas que tuvo nuestra hermana: "Fui una de las religiosas que más la traté, desde que hice los votos simples pasábamos muchos ratos juntas y como ade– más Sor Beatriz era organista, en ausencia de la M. Sacramento al principio que faltaba mucho por sus achaques, me daba ella las clases de piano y por este motivo puedo afirmar que quedé siempre edificada de su trato y buenos modos. Jamás pude co– gerla en falta alguna, ni en los recreos que estaba siempre ale– gre, afable y condescendiente ni en parte alguna". "En una ocasión me contó con toda confianza y sencillez que sintió deseos de ver a su confesor y padre espiritual que era el P. Bias Almendros, religioso franciscano. "Cuando me avisa– ron -me decía- bajé llevada un poco de la curiosidad, pero, luego sentí tal remordimiento por mi curiosidad, que me avergoncé de mi debilidad y propuse no mirar más a ese padre, cosa que hasta ahora he conseguido cumplir". 147

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