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El P. Bias Almendros, franciscano menor y director espiritual en el convento de Sor Mª Beatriz, la inició en el método franciscano de la ora– ción contemplativa, conocido en los medios de espiritualidad como "mé– todo de recogimiento" atribuido a San Francisco de Asís. Al Santo no se le pasó por la cabeza ser autor de una nueva escuela de espiritualidad, pero sus hijos espirituales, los franciscanos, inspirados en la manera de orar del santo, dieron a conocer esta especie de escuela franciscana y se encargaron de difundirla sobre todo los grandes místicos franciscanos: Francisco de Osuna, Juan de Sahagún, Pedro de Alcántara, etc. En síntesis, se trata de un método de oración que fomenta y prima el amor, la confianza filial y generoso abandono en los brazos de Dios sobre el conocimiento. La experiencia que dio origen a esta oración atribuida al Santo fue la celebre visión del Crucifijo de San Damián. San Francisco quedó fuer– temente impactado por la visión y las palabras o inspiraciones que en aquel momento escuchó del Señor. Cristo clavado en la Cruz fue para él la más viva y dramática estampa de amor infinito y desconcertante de un Dios hacia los hombres. No le cabía en la mente ni en el corazón, que Jesús se prestara a ser crucificado, prueba tan dura y heroica de amor, por unos seres humanos que ni lo merecían ni se le iban a agradecer. Conmovido por esta visión y hambriento de desagravio al Señor hizo consistir en adelante su oración y penitencia en una actitud amo– rosa de total abandono y despojo de si mismo para perderse en los brazos paternales de Dios a imitación del abandono de Jesús en los brazos del Padre en Getsemaní y en los últimos momentos de su agonía en la cruz. Su ardiente deseo de desagravio le forzará a marchar por los caminos suspirando y gritando: "El amor no es amado ... el amor no es amado". En las conversaciones que tuve con el P. Bias Almendros, ya dijimos que fue el director espiritual de Sor Beatriz y por el que ella sentía una gran estima, me afirmó que para conocer algo de la belleza, riqueza y hondura de la vida interior y de oración de nuestra hermana se debían tener en cuenta tres aspectos: su vida de intimidad con el Espíritu Santo, su manera de vivir la presencia de Dios y su deliciosa confianza y aban– dono en la paternidad de Dios. 144

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