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tábamos solamente los dos arreglando la Iglesia, le pregunte si le gustaría ser religiosa". Con el rostro iluminado por la sorpresa, como si el Párroco hubiera adivinado sus ilusiones más íntimas, le res– pondió que "sí".( 25 l Sin embargo hasta ver realizadas sus aspiraciones aún tenía que pasar Narcisa por largas horas de impaciencia. Como persona inteli– gente y juiciosa se daba cuenta de que la situación en su familia era delicada, veía a sus padres agobiados por el trabajo, aunque contaban con un empleado, pero su madre soportaba el mayor peso con la casa y la atención a sus hermanitos. Por eso, a veces, se culpaba de no res– ponder pronta a la voluntad de Dios, manifestada a través del párroco pero otras le parecía cruel, ingresar en el convento y dejar en casa a los padres tan cargados de trabajo. Vivió algunos meses en esta indecisión dolorosa. Pero un día en que estaba sola con su madre, se armó de valentía y la comento su intención de ingresar en el convento, no como algo de inmediata realización, pero que tenía muy maduro. La madre le dio la respuesta que ella esperaba como más probable y que al mismo tiempo temía. No se opuso a la idea, pero sí le dijo que dejara pasar algún tiempo, hasta que sus hermanos fueran algo mayores. Pasaron varios meses desde la conversación con su madre. La vida en el pueblo se le hacía cada día más cuesta arriba, se sentía como pez fuera del agua, además ahora le venía con más insistencia y temor el pensamiento de que no estaba respondiendo al Señor con la prontitud que él se merecía. Apretada por la tensión a que le sometían sus senti– mientos encontrados, tomó la decisión de hablar con su padre. El Sr. Abundio, padre de Narcisa, era una persona muy ponderada. Tardaba siempre un tiempo superior al normal, en dar sus respuestas cosa que, a veces, ponía a prueba a las personas impacientes. Pero sus contestaciones eran completas y definitivas. No dejaba flecos sin recoger. Cierto día del mes de abril, Narcisa llevó la comida a su padre que trabajaba en el campo. Durante la comida padre e hija hablaron de varias cosas pero Narcisa vio el momento apropiado para exponerle su pro– blema y le abordó en estos términos: 128

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