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de su hermosa voz: "aquella su voz" -decían unos-"Cantaba como los mismos ángeles" y "daba gloria escuchar sus poesías", pon– deraban el silencio total que se producía en el templo desde que Narcisa se colocaba delante del altar de la Virgen. No es difícil hacernos una idea de la escena. Ante el altar de la Vir– gen resplandeciente de luces y flores , aparece una adolescente de trece a catorce años, de mediana estatura, de gran viveza en sus ojos castaño– claros, y una carita fresca bella y juvenil en ese momento tiene especial– mente encendidas sus mejillas de rubor por actuar delante de todo el pueblo. Al agradable espectáculo de su figura, unía después su voz, una voz dulce , aterciopelada y vibrante, que llenaba las bóvedas de la Iglesia y llegaba a las personas como agradable vibración en sus oídos y suave estremecimiento del alma. Proa hacia el convento. Los años 13 a 15, representan en la vida de nuestra hermana la época espiritualmente más bella misteriosa e im– presionante, sobre todo mirada desde la fe. Es la etapa irrepetible, vivida por una adolescente que se abre a la Vida y al Amor con mayúscula, con la frescura y naturalidad con que en primavera las rosas y azucenas del pequeño jardín, de casa, abrían sus frescos e inmaculados capullos a los acariciantes rayos del sol naciente. Porque la vocación religiosa de Narcisa no fue como una especie de flechazo, algo que surgió arrollador de la noche a la mañana, con mo– tivo de una Comunión especialmente fervorosa , una lectura o una cele– bración religiosa emocionante. Fue más bien algo así como una semilla que el Señor sembró amorosamente en su alma preadolescente. La se– milla creció y a medida que se desarrollaba, fue apoderándose de toda su persona: del corazón, de los pensamientos, las aspiraciones e ilusiones de su vida toda. Desde los trece, y catorce años los adolescentes empiezan a pregun– tarse por su futuro, nuestra hermana tiene ya en esos años un vago pre– sentimiento, de que el suyo no está en el pueblo, ni en el matrimonio, ni en las tierras. Pero desconoce la forma concreta en que ese futuro ba– rruntado cristalizará en su vida. Está cierta de lo que no quiere, ignora en cambio la forma concreta de vida que le tiene reservado el Señor. 126

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