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Todo lo expuesto sobre la piedad de Narcisa, nos da pie para for– mular una conclusión; desde sus doce o trece años, cultivaba la religiosi– dad intensa que podía cultivar en el pueblo una joven de dieciséis o dieciocho años, a base de conversaciones, hechas de cariño, espontanei– dad y sencillez; hablaría con nuestro Señor o la Virgen con la naturalidad y confianza que lo hacía con el Sr. Cura o sus Padres. En otros momentos convertiría su oración, en súplica, pediría la fortaleza para crecer en el amor a ellos y en la fidelidad a la conciencia. Canta como los mismos ángeles. Narcisa sintió siempre pasión por la música, cantaba en el campo, cuando estaba al cuidado de las vacas, siempre que iba camino de la fuente única del pueblo o realizaba las labores de casa. Y sobre todo Narcisa cantaba en la Iglesia, como ve– remos más adelante, convertía las canciones que interpretaba, en sus ora– ciones más sentidas. Una pena que en los años en que vivió en el pueblo, no existieran todavía las grabadoras. Podríamos disfrutar ahora de su voz que por testimonio de los que la oyeron era extraordinaria, entre otras cosas le valió su voz para ingresar en el convento, de religiosa de coro sin pagar la dote. Para hacernos una idea del impacto profundo y cargado de emo– ción religiosa y gratificante que producían sus intervenciones en la iglesia, hay que tener alguna idea del escenario, la forma como se desarrollaban los cultos, en concreto el Ofrecimiento de las Flores a la Virgen. En tiempos de Narcisa, al menos cuando era ya adolescente, la pa– rroquia de Nava de los Caballeros estaba regentada por un sacerdote re– lativamente joven, muy dinámico y con muchas iniciativas. Consiguió con grandes dosis de paciencia que colaboraran en las celebraciones re– ligiosas un gran contingente de feligreses hombres y mujeres, jóvenes y de edad madura, que tuvieran algunas cualidades para el canto o para hacer las lecturas en público. Aparte de la coral parroquial integrada solo por hombres -jóvenes y casados- que actuaba en las misas de los domingos y las fiestas, D. Manuel puso especial interés en preparar otro grupo de cantoras, para amenizar las novenas, el Rosario, las primeras comuniones, bodas, el mes de mayo, etc. A este grupo pertenecía Narcisa desde sus doce años . 124

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