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Su abuela Isabel. Se ha escrito y discutido mucho sobre el roce de los nietos con los abuelos y la función educadora de estos últimos. Unos afirman que les deforman con sus ideas religiosas y morales, anti– cuadas y fantásticas; en cambio otros sostienen que de los abuelos reci– ben muchas veces los nietos la única formación ética religiosa y humana. Como en todos los problemas, hay que matizar mucho y distinguir casos y casos, pero pienso que la mayoría dejan en sus nietos el recuerdo y la imagen de una persona bondadosa, paciente, cariñosa y religiosa, que les sirve de referencia toda la vida. Estos abuelos son conscientes de su segundo puesto como educadores de los nietos y el sumo respeto que merecen sus conciencias; por eso tratan de influir en ellos sobre todo como transmisores de sentimientos nobles y de ideas religiosas actualizadas. Por otra parte hoy, al menos, en muchas situaciones, por ejemplo cuando el padre y la madre trabajan, la educación humana y religiosa que reciben los nietos de los abuelos, es el único bagaje formativo con el que en el futuro afrontarán la vida. Los abuelos llenan también en los nietos las necesidades afectivas tan necesarias para los niños a esas eda– des. En el caso de Narcisa, el contacto y la compañía de su abuela fue emi– nentemente positivo. Abuela Isabel llenó las posibles lagunas afectivas que podía sufrir Narcisa en el trato con los padres. Hay que tener en cuenta que era la primogénita, de una familia labradora, en que los padres, en deter– minadas temporadas del año, permanecían toda la jornada en el campo. Nuestra Hermana encontró al lado de su abuela, el cariño y las atenciones que no podía recibir de sus padres. De labios de su abuela aprendió Narcisa las primeras oraciones a Dios y a la Virgen, y se libró, si hubiera sido otra clase de niña, de estar excesivo tiempo en la calle. Cuando empezó la asis– tencia a la escuela, disfrutó de una vida semejante a la de los demás niños. Encontraba todo a punto antes de salir para la escuela y cuando regresaba con mucho apetito, su abuela había preparado ya la comida o merienda. En asuntos de estudios nunca fue necesaria su intervención, porque Narcisa nunca tuvo problemas con el Sr. Maestro o conflictos con los compañeros. Narcisa, por su parte, llenó un hueco muy importante en la vida de la abuela, le ayudó a llevar la soledad. En los tiempos en que vivió Narcisa su 118

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