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"Vivía pendiente -afirman de ella sus hermanas- trataba de dar gusto a todas, en todo lo que podía, aunque tuviera para ello que sacrificarse". Normalmente donde mejor se demuestra los quilates de la caridad fraterna es en el trato con aquellas personas con las que tenemos que ro– zarnos todos los días. "Tenía otras cuatro religiosas -dice una hermana- que depen– dían de ella, pero supo formar con todas un grupo fraterno de verdad, que trataban por quitarse el trabajo unas a las otras. Hay que anotar también que todas respetaban a Sor Mª de San Miguel como madre y todas trabajaban muy a gusto arrastradas por su ejemplo; no tenía necesidad de mandar, en la cocina rei– naba un envidiable compañerismo y se trabajaba con la ilusión de imitar el comportamiento ejemplar y desinteresado de su en– cargada. Fue siempre muy amada por sus compañeras". Podemos ver en las siguientes palabras de Sor Corazón de María como un colofón de lo que fue la vida espiritual de Sor Mª de San Miguel: "Verdaderamente era ejemplar en todo su comportamiento, en los años que conviví con ella no la observé nada que pudiera desedificar, era perfecta cumplidora de su deber y se las ingeniaba para dar gusto a todas en todo, sin reparar en el sacrificio propio". Sor Mª de San Miguel pasó los años inmediatamente anteriores a la guerra civil en la enfermería. Aquella vida de "menor" de la más pura esencia franciscana fue sometida a especiales sufrimientos que purificaron su fidelidad al Señor. "Yo desempañaba en aquellos años -dice Sor María del Rosario– el oficio de enfermera, por eso seguí la enfermedad de Sor María de San Miguel muy de cerca. Sufría una delicada y dolorosa en– fermedad desde hacia años, pero la Comunidad lo ignoraba, sólo la Madre estaba al tanto. Son reacciones, muy perdonables, de excesivo pudor que nunca podemos achacar a falta de confianza". 113

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