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Así lo afirman sus compañeras: "En el tiempo que v1v1 con ella -dice una de las hermanas- me resultó alma muy interior, si– lenciosa en extremo, sencilla y dada intensamente a la contem– plación''. Y como de la abundancia del corazón hablan los labios su compañera añade: "Cuando hablabas con ella, enseguida y casi sin que tu lo advirtieras te llevaba a Dios. Leía mucho a San Juan de la Cruz y sabía traerlo muy oportunamente a la conversación, por eso el trato con ella resultaba siempre muy espiritual". Sor Mª de San Miguel era también muy amante de la Palabra de Dios y alimentaba asiduamente con ella su vida religiosa: "Era asidua lectora del Evangelio -dice otra compañera- En cualquier tribulación que debía soportar o sufrimiento físico, su remedio y refugio era la Biblia. Leía un pasaje de la Pasión del Señor y de esta lectura salía siempre confortada, según ella misma confesaba". Hay que afinar mucho nuestra sensibilidad religiosa y espíritu de fe para hacernos, nada más que una idea aproximada, de la altura espiritual a que llegaría esta religiosa, que se sintió seducida por el Señor en sus años adolescentes, y toda su vida en adelante fue una respuesta cada más ilu– sionada e intensa a las insinuaciones del Espíritu Santo. Nuestra biografiada tenía muy bien centrada su vida interior, no era de esas religiosas que se meten en su castillo interior y bajo pretexto de vivir recogidas y dadas a la oración, rehuyen el trato con sus hermanas e incluso, a veces, se niegan a realizar determinados trabajos invocando el espíritu de recogimiento. Como asidua lectora de las Escrituras tenía en cuenta la advertencia del apóstol San Juan: "Quien dice amar a Dios y no ama a sus her– manos miente". Y no ama a sus hermanas la que rehuye su trato con las demás en los momentos que debe comunicarse con ellas o escurre el bulto en los trabajos comunes. Sor Mª de San Miguel, mantenía relaciones exquisitamente fraternales con sus compañeras y hacía cuanto estaba de su parte para que se sintieran más felices. Otra cosa muy distinta es que, luego, durante el día fuera muy exigente consigo misma en el silencio. 112
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