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greso en las monjas, se dice que esta era: "una jovencita de ejemplar comportamiento cristiano y se había asimilado muy bien los usos y costumbres religiosos de Arraiza". Con diecinueve abriles cantándole en el corazón, por tanto casi es– trenando juventud, Juana Josefa vio claro que su futuro no estaba en el pueblo, que el Señor la quería para sí en la vida contemplativa, pidió ser admitida en la Orden de Santa Beatriz de Silva y el día 22 de mayo de 1879, con la bendición de los padres, se incorporó a la comunidad de Concepcionistas que entonces aún era huésped de las benedictinas en la Concepción Jerónima de la calle de Ayala, nº 43. Sería interesante conocer, como ocurre con otras concepcionistas de su tiempo, por qué conducto Juana Josefa estableció relación con esta comunidad que en aquel año aún figuraba oficialmente como Beaterio de San José y las monjas estaban preparándose en el noviciado para transformarse en Comunidad de Concepcionistas Franciscanas de san José, denominación con la que hoy son conocidas. Después de superar los meses de razonable prueba en que Juana Josefa pudo cerciorarse de que su puesto en la vida estaba entre las Con– cepcionistas, inició el noviciado el 22 de noviembre de 1879 y emitió su profesión de votos temporales el 25 de noviembre de 1880. En esta pri– mera profesión cambió el nombre de Juana por el de Sor Mª Juana de San Miguel. Lo de San Miguel quizás fuera en atención al titular de la Iglesia de su pueblo. Tres años después el 27 de enero de 1883 Sor María de San Miguel se incorporaba de por vida a la Orden Concepcionista por la emisión de los votos solemnes. Desde que entró en el convento, nuestra biografiada, observó una vida semejante a la flor de Edelweiss que abunda en las serranías de su tierra. Esta flor solo vive en las alturas y regala con la blancura inmacu– lada de su corola, los breves días del verano el resto del año vive oculta por los arbustos o las gruesas capas de nieve. Sor Mª de San Miguel desde los primeros días de convento se entregó, asidua e intensamente a la ora– ción y con toda seguridad llegó muy alto en la intimidad con el Señor, pero, de cara a la vida de comunidad, cultivó siempre una vida oculta, sencilla y sin protagonismo. 111

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