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dían celebrar, con ella, una merienda extraordinaria. La idea fue aceptada enseguida por todas y se lo insinuamos a Sor María Jesús. Esta aceptó la idea pero nos dijo: "Si la madre lo auto– riza por mi encantada".Ella obtuvo permiso de la Madre y las jóvenes pasamos una tarde extraordinaria a cuenta, icrueles! de la pobre pollita. Pero yo creo que lo más encantador de la fiesta fue ver el rostro de Sor María Jesús, rebosante de felicidad y sa– tisfacción, por la tarde divertida que nos había proporcionado. Como el desprendimiento interior, Sor Mª de Jesús practicó el des– prendimiento exterior hasta extremos increíbles. Era pobre en la comida, buscaba siempre lo menos agradable al sentido y en pequeña cantidad, lo mismo ocurría con el vestido, muy limpia pero muy remendada y solo utilizaba un pañuelo, porque solía decir: "si con uno me arreglo, para qué tener dos". Y este uso restringido, al límite de las necesidades per– sonales, lo llevaba a todo. Tenemos también, a cuenta del espíritu de pobreza exterior de Sor Mª de Jesús, otra "florecilla" sumamente graciosa y edificante: "Un día en la recreación, en que no estaba ella -lo cuenta otra de las com– pañeras- comentaban las religiosas el gran espíritu de pobreza de Sor María de Jesús. Cuando las religiosas habían terminado el comentario apareció ella en la recreación''. La Madre al verla acercarse al grupo le dijo: "Sor Mª Jesús, vaya a su habitación y tráiganos las alpargatas que tiene". Ella, con la mayor naturalidad y espíritu de obediencia, fue a su habitación y trajo los dos pares que entonces usaba. iParece que la estoy viendo! -dice la que nos conservó la anécdota- cuando llegó, con graciosa espon– taneidad, abrió el delantal y dejó caer al suelo y delante de todas el calzado que usaba. Todas quedamos asombradas y ad– miradas. Los dos pares que usaba eran los últimos que habían dejado dos religiosas por inservibles. Sor Mª Jesús los había re– parado con paciencia y se calzaba con lo que desechaban las demás". 108