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reducido de los habitantes de Moradillo. Por ello podía perfectamente atender espiritualmente al pueblo y echar una mano en el trabajo a su sobrina. Hay una prueba convincente de que el pueblo se sentía debida– mente atendido por su párroco. D. Primitivo era muy querido por el pue– blo y él se sentía muy compenetrado con sus feligreses a los que no faltaba la atención pastoral, además, sabedor de las estrecheces econó– micas que les imponía el terruño del que vivían: no cobraba cantidad al– guna por los servicios de la parroquia. Cuando Basilia comprendió que su hermana Juliana podía ya defen– derse -algunos de los hijos e hijas eran ya mayorcitos- puso en ejecución la idea que hacía tiempo acariciaba. El ingreso en las Concepcionistas. Nos consta casi con toda certeza quién sirvió de enlace entre ella y las re– ligiosas del monasterio de Sagasti (Madrid): Su hermano Enrique estaba casado con Escolástica, muchacha del pueblo que tenía una hermana en las Concep– cionistas de Aranjuez. No sabemos, en cambio, por qué se inclinó por el mo– nasterio de Sagasti estando la hermana de su cuñado en el de Aranjuez. El 10 de enero de 1921 , Basilia, muy de mañana, se despidió de los suyos y en compañía de sus hermanos Enrique y Felisa emprendió viaje a Burgos, donde subió al tren con destino a Madrid. En las primeras horas de la tarde estaban en la Estación del Norte de Madrid y a la hora conve– nida hacían sonar la campanilla del torno de las Concepcionista de la calle Sagasti, 19. La hermana tornera, después de un saludo cariñoso, les pidió que esperasen unos momentos. Poco después se abrió la puerta principal de la clausura y apareció la superiora acompañada de toda la comunidad. La fornida labradora de Moradillo quedó deslumbrada al ver tanta reli– giosa, tocada con sus túnicas blancas y mantos azules. Hubo un breve diá– logo entre los viajeros y las monjas y, poco después, Basilia, abrazaba fuertemente a sus hermanos y entraba con la comunidad, en clausura. Empezó desde ese día para nuestra biografiada el entrenamiento en la vida de intimidad con el Señor, más bien profundizó y perfeccionó sus relaciones con Él que ya cultivaba con bastante asiduidad en el pueblo. Durante los dieciséis largos años siguientes de vida religiosa, maduraría su corazón y su vida, para ofrecerlos, en sorprendente y heroica libación, al Señor el día de su martirio. 105

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