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En la infancia y adolescencia, Basilia recibió una formación algo mejor que el resto de los niños del pueblo. Asistió a "Las Escuelas del Avemaría" que D. Andrés Manjón, su fundador de renombre nacional, abrió en Sargentes su pueblo natal. D. Andrés quiso tener este detalle de beneficiar a los niños de su pueblo con la eficacia del sistema pedagógico por él fundado y al mismo tiempo se aprovecharon de este gesto del in– signe pedagogo hacia su pueblo muchos niños de los pueblos de la co– marca entre ellos Moradillo. Podemos imaginarnos a Basilia y su hermana mayor Juana, a grupas de uno de los burros que tenía su padre para transportar la harina a los pueblos, camino del colegio del Ave María de Sargentes. Como la distancia que mediaba entre los dos pueblos es notable para hacerla andando -en torno a los diez kilómetros- las hermanas sólo volverían a Moradillo los fines de semana, en Navidades, Semana Santa y las Vacaciones Estivales. Desde los años de su primera juventud, Basilia cultivó una vida in– tensa de piedad, por esta causa y según testimonio de su familia, sintió muy pronto la llamada del Señor a la vida contemplativa; pero se dio una circunstancia en la familia que entorpeció la realización de sus planes de ingreso en el convento. Su hermana Juliana, quedó viuda siendo aún muy joven y con siete hijos. El fuerte sentido de unión y ayuda familiar que se vivía entonces en los pueblos de Castilla, hizo que Basilia, naturalmente soltera, echase una mano a su hermana en el cuidado de los hijos, la atención de la casa y las labores del campo del que vivían. Aunque para este último menester Juliana contó también con la eficaz ayuda de su cuñado Primitivo Gallo, que aunque era sacerdote, según los usos y costumbres de entonces, no tenía inconveniente en remangarse la sotana y conducir la pareja de vacas a las tierras de labranza. Quizás aquí sea conveniente una aclaración, para dejar a salvo el buen nombre clerical de D. Primitivo. Algunos de mis lectores pueden caer en la tentación de enjuiciar peyorativamente el gesto caritativo de D. Primitivo con la sobrina. La atención a la hacienda y las faenas del campo no restaban la atención espiritual que debía D. Primitivo al pueblo a él espiritualmente encomendado. Hay que tener en cuenta el número 104
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