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mento". La religiosa que nos ha dejado la observación funda su afirma– ción en un montón de detalles observados por ella: "Sor Pilar -dice– era muy nerviosa, se la veía vencerse constantemente en el obrar, en el hablar y hasta en el mismo andar, pues era un puro nervio". De los datos facilitados por esta religiosa podemos sacar una con– clusión interesante para nosotros y muy elogiosa para Sor Pilar. Fue una delicia en el trato con sus compañeras, con las enfermas, y en sus rela– ciones con la Madre edificó a toda la comunidad con su actitud sencilla y humilde, porque se empleó a fondo en la educación de su voluntad y en la reordenación de su carácter y reacciones un tanto fuertes. Para valorar el reajuste que debió hacer Sor Mª del Pilar en su per– sona, hay que tener en cuenta cómo era Sor Pilar cuando llegó al con– vento. Tenía veintiséis años, físicamente era de estatura más bien alta y de complexión fuerte, con personalidad bastante acusada, razonable con– fianza en sí misma, que le permitió iniciativas a veces muy personales como buscar en otro sitio la participación en la Misa cuando su iglesia se cierra o afrontar serena la guerra de los familiares que intentaban quitarla de la cabeza la vocación . En el convento debió suavizar esta parte muy querida de la personalidad y desarrollar la virtud de la obediencia y su– misión. En esta labor difícil de adaptación personal a las circunstancias no estaba sola, contó siempre con las luces y fortaleza del Espíritu Santo, huésped permanente de su alma virginal. Pero la ayuda extraordinaria de ninguna manera disminuye el mérito personal de su fuerza de volun– tad y constancia, para conseguir la renuncia a sus ideas e iniciativas pro– pias y limitarse simplemente a obedecer en todo. Sor Mª del Pilar fue también purificada por las enfermedades con su cortejo amargo de molestias y dolores; padeció la enfermedad de bocio. Con ocasión de la salida del convento, por precaución, el 11 de mayo de 1931, al quitarse el velo y la toca, descubrió la existencia y el avanzado desarrollo de la enfermedad; además en aquellos días de ner– vios, angustias e inseguridad, se desarrolló la enfermedad de modo rá– pido y alarmante, y temían por su vida, por lo que fue ingresada con toda urgencia en el Hospital de la Venerable Orden Tercera de San Francisco. 101
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