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fuese mío con claridad. Y vilo en el aire, entre cielo y tierra, sin estar fijo ni pendiente, sino desnudamente en el aire; sólo le ladeaba por un lado, y era el derecho , la Virgen con su Hijo en los brazos y, por el otro, mi seráfico Padre. De la vista de este corazón quedé esclava y cautiva. Esta representación la tuve algunas veces, y ha de esto por lo menos veintiún años ... » Descarta toda causa patológica. Luego trata de satisfacer el deseo del confesor de averiguar la re– lación entre los «ardores » y las gracias extraordi– narias ele Dios: 90 «La ordinaria prevenc10n para recibir al– guna misericordia de su Majestad es purifi– carme con este fuego y ardor, creo para adap– tarme... Cuando es presagio para recibir mise– ricordias tales, se mitiga la pena del corazón, pero no el ardor, y esta pena congojosa que queda es fácil de llevar... Y, cuando se mitiga del todo, causa desnudez y un cariño que hace notable soledad. Lo más ordinario es padecer sin llegar al lleno de esta misericordia, y así, como no llego al descanso de la dicha cautivi– dad, en donde se cobra mucho aliento, padezco mucho, y es de modo que, a ratos, si me fuese posible, apretaría el pecho en una peña... Ordinariamente tengo tan sensible este co– razón que, si se ofrece haberme de aplicar al– guna cosa para su alivio, como una poca man– teca de asar, por ningún caso puedo sufrir me lleguen a él ni me lo toquen, aunque sea con la mayor subtileza que imaginarse puede, por– que se me ataja el aliento; y si yo propia tengo de ponerme algo, voy con tal tiento que, po– quito poquito, voy llegando por un lado las puntas de los dedos y, si no, parece se altera y el huelgo y el aliento lo tengo que detener... »
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