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Entre las experiencias de repercus10n sensorial, que ella enumera, cabe mencionar: suavidad en los labios, «como si me los retocaran subtilísimamente cor. algún néctar celeste», al comulgar; músicas sua– ves, «que llevan tras sí el alma y hacen desfallecer el corazón»; olores suaves, «como de rosas finas», de «lirios morados» o «violicas moscanas,,, que «me arrebatan el espíritu» 3 • Y no faltan las visiones, si bien las tiene con so· briedad y, casi siempre, «por vía intelectual, con grandísima subtileza» (fº 3v, 29r, 35 r, lllv). Tén– gase en cuenta que cualquier visión -intelectual, imaginaria o corporal, según la clasificación en uso-, tiene lugar en la zona más periférica de la experiencia mística, en el umbral de la contempla– ción infusa propiamente dicha. Por ello el místico las puede describir al detalle, mientras que las lu– ces y comunicaciones estrictamente infusas, que no se localizan ni en los sentidos ni en la fantasía, son de suyo inefables; pasan entre Dios y el alma·; son corte.» No he logrado identificar este apellido. Muy proba– blemente se trata del padre Ped;:-o de Barbastro, insigne teólogo, entrado en la Orden capuchina en Barcelona des– pués de haber regentado la cátedra de Prima en la uni– versidad de Huesca durante diecisiete años. Gobernó por dos veces la provincia de Aragón. En 1623 fue llamado a Madrid, con otros teólogos, con el objeto de convertir a la fe católica al príncipe de Gales, pretendiente de María de Austria, hermana de Felipe IV. Enfermó en la corte y murió en olor de santidad al año siguiente, 1,624. Véase ILDEF0NS0 DE CIAURRIZ, La Orden Capuchina en Aragón, Zaragoza 1945, 104-110; BUENAVENTURA DE CARROCERA, La provincia de Cas– tilb de Frailes Menores Capuchinos, Madrid, 1961. ' Escritos, f> 19r-22r, 37rv, S0r, 62r, 68v, 77r, 78v, 79r, 93r, 96v-97r, 119v, 120r, 130v, 178v, 180r. De estos fenómenos ser:soriales habla san Juan de la Cruz como de auténticos reclamos que des•piertan el alma «a la noticia y afición de la voluntad de Dios» (Subida, II, 17,9; III, 24,5). 87