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ciór. de autosuficiencia, muy normal en una mujer que se sabía superiormente dotada, precozmente adulta? Es posible. Aun con sus confesores, especial– mente con mosén Alejo, tan paternal y tan señor, le gustaba adoptar esa actitud: «Todo lo que aquí tengo dicho es lenguaje, señor mío, de mi niñez es– piritual, con el cual creo se contentará vuestra se– ñoría, pues mi edad pequeña no tiene lengua» (fº 139T.r). Este sentimiento fue creciendo con los años. Ya en Murcia, escribe con fecha 10 de diciembre de 1645: «Haciendo yo un pequeño servicio espiritual a mi Niño Dios, para presentárselo la noche de su nacimiento, y estando mi alma ocupada en sus santas acciones de niño, súbitamente me dijo su Majestad: -No atiendas a mis niñeces de niño hom– bre, sino a mi grandeza de Dios, escondida en una fineza niña, encerrada en el vientre de Ma– ría. Y, como el decir de Dios es hacer, obró en mi con tanta subtileza, que perdí la detención de mi vista del niño Dios hombre y quedé cau– tiva de la grandeza de un Dios omnipotentísi– mo, disfrazado con la capa de la humanidad pequeña por amores a su esposa la Iglesia, cuya hija era yo» (fº 156v). En 1650 se recreará recordando los tiempos de su infancia, cuando tan suavemente se veía atraída por Dios mediante la lectura de la Biblia y el canto de los salmos. y se sentirá nuevamente niña, como si el tiempo no hubiera corrido , «una niña -dice– mantenida de mi divino Padre, Cristo, y sustentada de su amor» (fº 204v). Todavía en 1654, en la noche de Navidad, se sintió fuertemente invitada por el divino Niño a volver a ocuparse de sus «niñerías 83

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