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«Niñez espiritual» Esa disposición humilde y confiada ante Dios revestía en María Angela una forma original, la que dos siglos y medio después adoptará santa Teresa de Lisieux: la infancia espiritual. «Pureza y sinceri– dad de niña» es la meior disposición para recibir en abundancia el don de la «sabiduría infusa» (fº 72r). Dios mismo le hace ver cómo d('!sempeña con ella «oficios de papá» (fº 172r). El domingo de la Trinidad de 1642, una de las fiestas en que mayores comunicaciones inefables solía recibir, se sintió impulsada a renovar el com– promiso del bautismo, que ella llamaba «mi primer desposorio». «Su Majestad -escribe- me dijo en el ín– timo del alma, intelectualmente: -¿Qué traes al templo de mi Iglesia, que es mi amoroso corazón? -Señor mío amantísimo, ¡un alma niña! -le dije yo con particular enseñanza suya. -Y ¿qué quieres para esa niñez? -me dijo este divino Señor. Y o le pedí vivísima luz de sus verdades di– vinas e incendios de amor, y ser de su Majes– tad amada... Experimenté una gran fiesta y so– lemnidad, y una sencillez y candidez notable... » (fo 124r). «Yo confieso -dice en otra ocasión- que esto de ser atraída como hi ia tiene gran fuerza en mi espí– ritu, y tanto, que parece a ratos lo soy, y tan niña y con las propiedades de tal, que parece ignoro malicia y cosas que no son de edad de niña pura e inocente» (fº 97r). ¿Habrá que ver, tal vez, en ese empeño por sen– tirse niña, un deseo de contrarrestar cierta tenta- 82
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