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«Puesto mi espíritu en esta profundidad, no hay lenguaje ni palabras que no las oiga expe– rimentalmente, porque, como son palabras de su Majestad divina, dichas a mi alma, se oyen, no por voz de habla pronunciada, sino por ex– periencia de posesión, pues el decir de Dios es hacer. Y así, al poseer una llenura de verdad pacífica y enseñarme en esa verdad el mismo Dios, luego es atraída mi alma de amor derre– tidor con un lenguaje mudo, sin poder hablar si no es amando, y reconocerlo íntimamente, y decir: ¡Dios, ay Dios! ¡Amado, Verbo eterno in– creado, sabiduría, inmensidad, seguridad, Señor absoluto de todo, providente, clemente, piadoso, misericordioso, amoroso, creador, hacedor, re– dentor, por quien todo es hecho: Padre, Espo– so redentor, hermosura, suavidad, delicadeza, candidez, equidad... ! Cada atributo de éstos trae consigo comuni– caciones y dones que suspenden y sacan de sí el alma, y es trasladada a otra región... ·Pero el entendimiento no alcanza esto cómo es, porque en estos casos mora y no mora en sí. Sola la voluntad es la señora y la reina, cuya profundidad y vacío nunca se llena. Cual otra mariposa, ciega, a la vista y posesión de tantas luces, se está abrasando,. reconcentrando y abis– mando, ¡todo con tanta delicadeza y fuerza , pero sin violencia! ... Salgo de estas misericordias muy otra de la que entré, porque entré muerta y salgo viva, con nuevo ser alentado y valiente mi espíritu.. ., padeciendo y amando, con dolencia de amor... » (f 0 136v-138r). No echemos en olvido, cada vez que María An– gela refiere hablas interiores del Señor, ese preciso toque de introspección psicológica sobre la manera de experimentarlas: «Se oyen, no por voz de habla pronunciada, sino por experiencia de posesión, pues el decir de Dios es hacer.» 79

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