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3.ª «Entrar en el desierto interior, despe– gada de todo lo creado y de sí misma, para estar toda en el divino Amor». 4.ª «Estando ya el alma en tan estimable soledad, ha de interiorarse en lo más íntimo de ella. Ahí le comunicará el Señor aquel santo sosiego en que, engolfada en su divinidad, goce de su bondad eterna, abismada en su inmen– sidad, rendida a la divina omnipotencia... » S.ª Es el momento de la •entrega total al Amor que la intima: «Date toda a mí, que me di por ti.» Lo cual «pide una continua negación interior y exterior; sentir y querer con la vo– luntad de Dios». -6.ª «Unico blanco de todas sus operacio– nes, el amor del Esposo. Si tiene oración, ha de ser por amor al Señor; si comulga, guarda silencio, canta las horas canónicas, ha de ser por el mismo amor y porque el Señor gusta de oírlas. Lo mismo ha de ser en el ejercicio de las virtudes: ha de tolerar pobreza por amor, ser humilde por amor, y así en las demás, que amores fueron los que hicieron humilde y po– bre al mismo Amor... ; el verdugo y tirano que acabó con Cristo, fue el amor». 7.ª Así pues, «e,iercicio de por vida, ocu– parse en morir, y amar las llagas que hizo el amor en el mismo Amor, mirando y remirando al amado Esposo pendiente de la cruz» y des– cubriendo la fineza de · tal amor en el mismo Corazón de Cristo. Concluye: « ¡Dichosa el alma, esposa de Cris– to, a quien cupiere tan grande dicha Y' suerte tan dulce, corno morir abrasada de este divino fuego y a manos del amor de Dios! ». 5 De año en año irá renovando en adelante, ante la comunidad, las que ella llama «capitulaciones ' L. I. ZEVALLOS, Vida, 126-132. 71

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