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mi vida. Amén. Suietartdo, empero, esta mi voluntad al parecer de mis padres espirituales que tuviere por el discurso de mi vida o de mis superiores» (fº 27v). La Regla y Constituciones del Amor divino para quien las quisiere observar era, en realidad, un com– promiso abierto a todas las almas generosas. Fue examinada por el doctor Briz, prior del Pilar, y apro– bada por el arzobispo Apaolaza 3 • El texto de este verdadero tratado de mística, probablemente, ha desaparecido 4. Conocemos el contenido fundamental gracias a los extractos insertados por el padre Ze– vallos en su 'biografía, y son verdaderamente nota– bles. Las siete «reglas» se escalonan, en una res– puesta ascentente de amor, por este orden : l.ª Correspondencia al llamamiento divino, lanzándose con decisión en seguimiento de Cristo. 2.ª Para ello, «salir de su tierra y de su parentela», como Abraham (Gn 12.1), es decir, de sí misma y de sus apetencias interesadas, aun en lo espiritual, con abandono total en Dios, «sin discurrir el por qué la consuela o desconsuela, si es predestinada o réproba... ; y esto con amor y por amor, y no por interés, contenta con desear de todo corazón poseer a su Amado». ' Declaración de sor Arcángela de Amatriain: Traslado, f' 241r. ' María Angela dice que la «Regla y constituciones del divino Amor» iban en cuaderno aparte (fº 27v). Al tratar de reunir todos los escritos de la sierva de Dios, con miras al proceso apostólico, se halló una copia en el convento de Zaragoza; pero la abadesa no la mandó, porque se du– daba fuese de ella (carta en el archivo del convento de Murcia). Lo cierto es que no aparece entre los escritos exa– minados y aprobados en Roma en 1773/1776. 70

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