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que duró un año y siete meses. Era ya abadesa, y su acto revestía, aun para la comunidad, un alto sig· nificado de maduración de la entrega hecha en la prc.fesión. Se preparó con una vigilia extraordina· ria. De madrugada despertó a las hermanas can· tando en latín por el dormitorio la antífona: ¡Salid, hijas de Sión, mirad al rey Salomón ... ! (Cant 3,11). Todas salieron de sus celdas y la siguieron. Iba de– lante llevando una imagen de Jesús crucificado, ante la que había pasado la noche. La tuvo en su regazo mientras el rezo de Prima, la meditación y la misa. Terminada ésta, hubo plática del confesor doctor Arbués, después de la cual María Angela, teniendo en torno a las religiosas con velas encendidas y enar· bolado el crucifijo, hizo sus protestas de amor en· tre lágrimas, a las que respondió el sacerdote: -Yo le tomo la palabra de parte de Dios. Entonces pronunció su pacto de desposorio: Yo, sor María Angela Astorc'h, religiosa pro– fesa de mi seráfico Padre san Francisco bajo la forma y regla de mi seráfica Madre santa Clara, y al presente abadesa en el convento de capuchinas descalzas de esta ciudad de Zara– goza de Nuestra Señora de Porciüncula, pro– meto y hago voto a mi divino Señor por mí puesto en la cruz, y a la santísima Virgen, y a los gloriosos patriarcas mis Padres san Francisco y santa Clara, san Juan Evangelista y san José, esposo de la Virgen: de no ofender a Dios nues– tro Señor mortalmente ni venialmente, echan– do de ver claramente antes la ofensa. Y así mismo hago voto de caminar a la perfección y procurar vivir según la regla y constituciones del Amor divino. Y esto para quedar, aun en esta vida mortal, hecha esposa de mi Señor J.esucristo, y anhelar al matrimonio espiritual con su Majestad, para que, comenzando aquí, pueda continuar por toda la eternidad de su Ma.iestad eterna. Y esto por todo el tiempo de 69

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