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No eran santos escogidos de entre los del devo– cbnalismo popular. El centro del «consistorio» lo ocupa «Cristo nuestro bien». A la derecha aparecen: el apóstol san Pedro, a quien María Angela ha en· comendado el entendimiento; es lectora asidua de sus dos cartas; san Juan Crisóstomo, que la instru– ye y corrige sobre la virtud de la prudencia mediante sus homilías, diseminadas en el breviario; san Juan Damasceno, a quien ha confiado el control de la irascible; san Benito abad, que vela sobre la con– cupiscible; san Bernardo corre con la vida de ora– ción; María Angela, además de las homilías del santo abad, lee con fruición sus Flores 6 • A la iz– q.lierda de Cristo figuran: Santiago el mayor, a q·.Iien ha encomendado su «inconstante memoria»; san Ildefonso, a quien, por ser «fino devoto de la Virgen», tiene como vigilante protector de esa mis– ma devoción a la Madre de Dios; san Basilio Magno, «:;¡adre y maestro de infinitos monjes», a quien le ha «cobrado. grande amor» y le tiene por celador de su fidelidad a la observancia regular; san Agustín, e::icargado de asistirla en el verdadero conocimiento y amor de Jesucristo; san Francisco de Asís, a quien llama «mi Padre», que vela sobre su perfecta guar- da de la regla. · Ante el acatamiento de este solemnísimo círculo del «consistorio» se pone a sí misma: «mi alma c::mtrita, confesando sus yerros.» Y a sus lados, como «valedores», el angélico doctor santo Tomás y el Angel de la guarda. De «secretario» actúa san Juan Evangelista, su santo predilecto por antono– masia,; lo ha elegido por custodio de su voluntad; lee y contempla de continuo su evangelio, sus cartas y el Apocalipsis. Finalmente, el abogado es el papa san Clemente (fº 264r-26Sr). 6 Se trata de florilegio latino, muy difundido en aquella época, bajo el título de Flores sancti Bernardi. 61

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