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muy encendida de morir por defensa de la verdad de estos divinos atributos. Di desahogo a mi pelea, como si hubiera vencido al hereje, con entonar el himno Te Dewn laudamus» (fº 29v). La Iglesia de la tierra y la del cielo unidas en la misma liturgia de alabanza Con frecuencia recibía luz infusa sobre la unión de la Iglesia «militante», como entonces se decía, y la Iglesia «triunfante» en el culto de alabanza: án– geles y santos del cielo alternando con los fieles de la tierra en el tributo de adoración, loor y acción de gracias al Creador. Durante el oficio de la fiesta del Angel de la Guarda de 1642, mientras su alma «se deleitaba y gozaba suave y amorosamente», per– cibió en su interior la voz del Señor, que le decía: -La Iglesia militante y la triunfante toda es una. Y así bien puedes tomar desafío con los ánge– les en amarme y alabarme. María Angela cobró alas y se atrevió a responder: -Señor: a todos vuestros ángeles doy un desa– fío, y es que callen y guarden silencio ....; porque, en su presencia, quiero cantaros salmos y alaban– zas, y tengo de adoraros en este santo templo y confesar vuestro nombre. que, pues las dos Iglesias son una misma, no es razón sólo ellos os ala'ben (fº 109v-110r). La idea debió de causar sorpresa a don Alejo de Boxadós, y le pidió una declaración de lo que había escrito; ella se la dio en términos luminosos y be– llos: tuvo la experiencia íntima de «parentesco cer– cano» con los ángeles y bienaventurados de la Igle- 54
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