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divina ley... bigo el principio de Sexta Defecit in salutare tuum anima mea: luego hallo uni– dad y experimento un desmayo de amor inte– rior y una esperanza grande, porque el amor que me hace desfallecer me la aumenta en el Verbo del eterno Padre, Cristo mi divino Es– poso y Señor, en quien desfallecen, con des– mayo de amor, los ojos de mis largas esperan– zas ... » (fº 128v-129r) . Entre sus escritos hay una Declaración, en sen– tido espiritual, sobre el salmo 44, compuesta por orden del confesor, modelo de acomodación del sen– tido bíblico (fº 241-242 y 209v). En ocasiones vive tan intensamente el sentido de las diversas partes del oficio divino, que le sobre– vienen arrobamientos incontenibles; «encerrada en Dios » completamente, se olvida de las religiosas co– mo si en el coro sólo hubiera Dios y ella, sin que esto la impida seguir recitando y hasta intervenir con prontitud cuando se comete algún descuido (fº Süv. 54r, 56r). Y refiere lo que le sucedió en la Nochebuena de 1626, siendo ya abadesa, durante la última lectura de los maitines, en que san Agustín se encara con los arrianos: «Me llenó su Ma_iestad de un celo grande en defender la verdad católica, que negó el hereje Arrío, de que no creó Dios todas las cosas y las hizo por el Verbo, y negando fuera increado, por ser el Verbo el mismo Dios ... Yo estaba tan encendida y apasionada en defender la ver– dad contra el maldito hereje, como si actual– mente lo tuviera presente y disputara con él. Y, por la vehemencia interior que padecí, me llené de un sudor como si fuera tiempo de ve– rano, y con toda diligencia hubieron de rebo– zarme y llevar a puesto conveniente. Cierto que quedé sin valor ni fuerzas de mi pelea, y 53
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