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poco menos que en plan de refugiado por la guerra del principado. Hombre de amplia formación teo– lógica y de buen espíritu, luego comprendió que se hallaba ante un alma extraordinaria y se sintió res– ponsable de su dirección, leyendo y consultando para el mejor acierto. Ella se le confió sin reservas y le profesó, en adelante, un afecto sincero, unido a la mayor docilidad. Era una sumisión de espíritu maduro y autónomo, sin infantilismos ni abdicacio– nes complacientes. Le agradaba ver en el padre es– piritual como un trasunto del estilo noble que ella encontraba en el Padre Dios. Merecen citarse sus propias palabras a este respecto: «Mi camino espiritual es de temor y amor a su divina Majestad. Origínanse en mi alma estas dos cosas por lugares particulares de la sagrada Escritura. Y, en cuanto a medios de acá, me ha llamado su Ma.iestad por obedien– cia ciega a quien me gobierna. Pero esta sujeción es a ley de espíritu 110- bl:e, y no en bajo término ni como se ordenan y sujetan las disposiciones humanas ordina– rias; porque estas tales me envilecen tanto, que me queda una fija y cumplida imagen de cosa tan vil y ordinaria, que de humana y racional me trueco en un sentir y conocimiento vil. Y así experimento que tal trato v modo es afren– ta de la nobleza del trato de Dios y de la vir– tud. Bien me recelo no sea esto en mí alguna soberbia interior y oculta.. . Creo toma mi alma este modo noble de lo mismo que su Majestad usa con ella, porque es tan grande la nobleza y suavidad con que me llena y atrae para sí, que me deja llena de una reverencial y humilde nobleza. Y así, por esto, creo que quien quisiere obrar en mí por diferente modo, me destruye de todo punto» (fº 135v). 49

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