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ser recibida, pero a condición de no comenzar el noviciado sin haber llenado ese requisito. Sor María Angela tomó a su cargo ayudarla. Y a novicia y pró– xima a la profesión, una imprevista enfermedad la puso en trance de muerte. La abadesa, sor úrsula, pidió autorización para recibirle los votos a fin de darle el consuelo de morir profesa. Consolada de esta forma, y asistida por mosén Martín, que siguió en Zaragoza guiando espiritualmente la comunidad, pasó de esta vida 8 • A aquellos años parece remontarse la tradición de otro caso, que atestigua la importancia que se daba al punto de la alfabetización de las candidatas. Una novicia, que se angustiaba por su torpeza en aprender a leer, fue a postrarse ante la imagen de Nuestra Señora del Pópulo, que presidía el oratorio del noviciado, rogándole que fuera su maestra. Lo hi– zo con tal confianza, que no sólo venció la dificul– tad, sino que andando el tiempo llegó a ser «singu– lar en teología mística» 9 • Todavía otro caso relacionado con el mismo criterio formativo. Sor María Angela se esforzaba por enseñar a leer a una noYicia. La abadesa no es– taba satisfecha de los progresos de ésta, y tuvo la poca delicadeza de sustraerla a la autoridad de la maestra y asignarle otra instructora. No suele ser fácil, en los monasterios, que se respeten los linde– ros de las atribuciones de esos dos cargos. La maes– tra soportó, con silencio edificante, la intromisión 8 I. TORRADEFLOT, Crónicas, II, 98, 102s. ' I. TORRADEFLOT, Crónicas, II, 82s. Se trata de una re– producción de la Madonna del Popolo, que se venera en Roma. El cuadro lo llevó consigo María Angela a la fun– dación de Murcia, cuya comunidad aún lo conserva con veneración. 45

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