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de las de~iguéi!ldades.» Np era fácil, por lq visto, dejar fuera de la clausura los aires de grandeza y de hidl:!-lgµía, achaque de la soctedad es11af\.ola de la época·. · ' · ·· ·· ·' · · · ·' ' Como es normal, en una formación que interesa toda la persona, las hacía cuidar y asimilar la dis– ciplina exter.na en la asistencia a los actos comunes, en el trabajo,· en la visita diaria a las enfermas, en el porte personal, aun estando a solas en la propia celda, en la comida, en el sueño... ·· ' \ ; .... 1: . Al dictado de la caridad No halló dificultad e.n ganan;e la cqnfianza de las jóvenes a ella encomen'dadas. Algunos casos nos h&– cen ver el rµodq comq se identificaba con cada una de ellas, req.!rrtepdg cuando era ne.ce.sarip a medips extraordinarios. · ,· ; ··,. A los años en que se entregaba a la dirección de las jóvenes profesas pertenece un recuerdo, que po– ne de manifiesto , de una parte, cómo las tenía pre– sentes aun en sus momentos intensos de oración y, además, en qué grado se le confiaban sus hijas es·· pirituales. Escuchando en la misa el evangelio de la cananea (jueves de la primera semana de cua– resma), «fue llenado mi espíritu -dice- de gran ter– nura ... Aquí fue el perderme y olvidarme de mí mis– ma, quedándome toda ocupada con mis hijas las religiosas-; y muy en particular se me llevaban el afecto las que estaban más afligidas por sus luchas y tentaciones interiores, que me constaba de muchas por su humildad y claridad de conciencia que guar– daj,?an cpnmigo, con harta confusión mía; y más ~Tt · é~t~ ?.c~5.ión, po,r yerme tal, que no podía alean- 43
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