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a la portería; arrodillada a sus pies, me echó la bendición y mandóme levantar; y me entregó a mi santa madre y fundadora Angela Serafina, a quien yo amé sumamente» (fº 268v). Tras ella se cerró la puerta conventual en un concierto de llaves y cerrojos. Las religiosas la vie– ron avanzar decidida, llevando bajo el brazo los seis tomos del Breviario, que se había hecho com– prar previamente. Se hallaba ya familiarizada con los latines de la oración oficial de la Iglesia, que será en adelante su alimento espiritual y el punto de partida de sus ascensiones místicas 2 • No cabía en sí de iúbilo al verse vestida del rudo hábito y cubierta con el velo de aspirante. «Nací ya con hábito de monja», escribirá más tarde aludiendo a un particular de su nacimiento, que lo supo de labios de su hermana. Nunca hubiera podido pensar en otro destino. Se le cambió el nombre por el de María Angela, un gesto afectuoso de la santa fun- dadora. · Madre Angela Serafina sentía, efectivamente, tal entusiasmo por la pequeña, que sor Isabel se creyó en el deber ele advertirle que, mimándola, iba a echar a perder a su hermanita; a lo que ella respondía: -Lo hago, porque la Madre de Dios me la ha mostrado y me ha dicho que ha de ser una muy ,grande y perfecta religiosa 3 • Pero María Angela no entendía de mimos. Ade– más, no le faltaba el contrapeso de sensibles con– trariedades, que comenzaban ya a templar su espí- 2 Se trata del Breviarium Romanum, llamado de Pío V, probablemente en la edición hecha en Madrid el año 1601. ' Declaración de sor Ursula Micaela Morta en el pro– ceso: Traslado, f" 26v. Lo refiere la misma Isabel Astorch, pero sin dar el nombre de la jovencita: l. TORRADEFLOT, Crónicas, I, 179. 21
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