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«Capuchina de propia voluntad y gusto» La pequeña Jerónima debió de hallarse presente a la sucesión de actos tan emotivos. Ardía en deseos de _juntarse a su hermana y a todo aquel coro juve– nil, aureolado de heroísmo ante toda la ciudad. Pero era una niña, demasiado niña aún para el caso pre– visto en la regla de santa Clara de las jovencitas que son recibidas «antes de la edad legítima». Cualquiera persona sensata hubiera tenido por locura de.iarla abrazar, a su edad, una vida de reclusión total, don– de el rigor de la austeridad se llevaba hasta el límite de lo soportable. Era precisamente esto lo que la fascinaba. A las razones de parientes y conocidos respondía: -Lo que sé es que tengo de ser religiosa. Y aun– que supiese que, al día siguiente, mi cuerpo había de ser pura llaga de pies a cabeza, no dejaré de entrar. Un día se vio llamada al colegio de Belén, de los jesuitas. Allí fue examinada su vocación por encar– go del obispo Coloma. El resultado fue positivo: los padres descubrieron en la pequeña una madurez muy superior a sus años. Obtenida la autorización, no vio la hora de volar a la clausura. «A los once años cumplidos y entrada en los doce, en el año de 1603, en 16 del mes de septiembre, vís– pera de la fiesta de las Llagas de mi seráfico Padre -recuerda con precisión-, entré religiosa capu– china, con mi gusto y de mi propia voluntad... En– tróme el señor obispo don Alonso Coloma, asistiendo Sobre las vicisitudes de la fundación véase: I. TORRA– DEFLOT, Crónicas, I, 1-314; II, 135-142; J. M. Pou Y MARTÍ, Primera fundación de las capuchinas en España; en Arch. lb. Amer. 1 (1917) 463-466; BASILI DE RUBÍ, Un segle, 283-286. 20
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