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nuncio. No dejó de contrariar vivamente a madre Angela Serafina ese alejamiento de los capuchinos. El grupo había iniciado riguroso noviciado, siem– pre a la espera de capuchinas profesas. La fundado– ra las había solicitado al floreciente monasterio de Milán, pero sin resultado, por más que recurrió al valimiento del arzobispo Federico Borromeo y de Felipe III. Por fin, el 7 de abril de 1602, sor Angela Serafina emitió la profesión, como clarisa capuchina, ante el obispo don Alonso Coloma, comisionado por res– cripto de la sagrada Congregación de Regulares. Y el 12 de agosto del mismo año, en manos de la que ya era «abadesa» por derecho, pronunciaron sus votos las demás novicias. El 15 de septiembre la co– munidad se trasladó procesionalmente a un viejo convento, sito en Montalegre, para dar lugar a la acomodación de su edificio. Otra fecha memorable fue el 2 de febrero de 1603, en que el mismo prelado hizo entrega a las nuevas profesas de la regla de santa Clara y de las constituciones de las capuchinas, un texto prepa– rado con arreglo al que él mismo se procuró del mo– nasterio primario de Santa María de Jerusalén, de Nápoles, y del de Santa Práxedes, de Milán, con las adaptaciones oportunas. Traducido al catalán por don Francisco Braquetes, confesor de la comunidad, fue impreso ese mismo año 1 • ' Así lo afirma Isabel Astorch. Cf. I. TORRADEFLOT, Cró– nicas; 161s,373. No hay noticia de esa primera edición en catalán; ,pero existen varios ejemplares de la de 1644: Regla segona del gloriós Pare Sant Francesch, donada a la gloriosa Santa Clara... Ab las necessarias declaracions ..., per lo Sr. don Alonso Colaina, bisbe de Barcelona, donadas a las Monjas Caputxinas... Barcelona, por Gabriel No– gués, Any 1644. 19
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