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Todo ello suponía gastos cuantiosos, a los que hubieron de hacer frente las pobres capuchinas de Murcia. Por la cont<Vbilidad de los postuladores, ve– mos que no les faltaban personas pudientes, devotas de la sierva de Dios, que ayudaban generosamente Los pasos en Roma fueron lentos. No eran tiem· pos fáciles para tales negocios. Sobrevino la invasión napoleónica, la cautividad de Pío VI y más tarde de Pío VII, la supresión de las órdenes religiosas, si bien en España fueron respetadas las comunida– des femeninas claustrales. En 1773 y 1776 se habían dado los decretos apro· bando los escritos. En Murcia se daba como próxima le beatificación de la Fundadora, como lo prueba el hecho de que el famoso escultor Francisco Sal· zillo (t 1783), que tenía una hermana capuchina, quisiera ser enterrado en la iglesia del convento, junto con su madre, esposa y hermanos, y que de– jara un legado para costear la imagen de sor María Angela Astoroh cuando fuera beatificada 4. El 29 de septiembre de 1850 se dio el paso deci· sivo con el decreto sobre la heroicidad de las vir· tudes, por el cual María Angela recibía canónica· mente el título de Venerable 5 • Faltaba la aprobación de dos milagros .para pro· ceder a la beatificación. En 1867 hubo una congre· • Noticia comunicada por don Francisco Candel Cres– ·po, especialista en historia murciana. He sabido que los sucesores quieren ejecutar fielmente su última voluntad, al cumplirse el segundo centenario de la muerte del artista. 5 SILVANUS A NARDO, Acta et decreta causarum beatifi– cationis et canonizationis O. F. M. Cap. Mediolani 1964, 71-99. Hay documentación abundante en el archivo de la Postulación General y en el de las capuchinas de Murcia. Y también en el de la Embajada de España ante la santa Sede: cf J. M. Pou Y MARTf, Archivo de la Embajada... In– dices, III, Roma 1921, p. 71, 76s, 91, 248, 277; IV, p. 5, 155. 236

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