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1670. Se lo completó con uno nuevo, que duró des– de 1759 hasta 1771. Esta vez las actas llegaron a Roma sin tardanza. En la ciudad eterna se contaba con valedores de excepcional valía. En 1760 fue como embajador de Carlos III ante la santa Sede don Tomás de Azpuru, canónigo doctoral de la catedral de Cartagena. Asu– mió personalmente la tramitación de la causa, en calidad de postulador, a nombre de la abadesa de las capuchinas de Murcia. En 1767 obtenía fuese nombrado ponente de la causa el cardenal Ganga– nelli, futuro Clemente XIV. Al morir Azpuru en 1772, le sucedió como postulador, por poderes otor– gados por la abadesa sor Angela Molina, hija de los marqueses de Beniel, el arzobispo Francisco Ja– vier Zelada, un romano oriundo de Murcia, perso– naje de los más influyentes por aquel tiempo en la curia romana. En 1773 era creado cardenal y. desde 1789, fue secretario de estado de Pío VI. Desde 1772 prosiguió la labor como postulador el sacerdote Ignacio de Aguirre, camarero secreto del papa; trabajó con buen celo durante más de veinte años. Le sucedió como postulador, siempre a nombre de las capuchinas, el célebre filólogo y antropólogo Lorenzo Hervás y Panduro, exjesuíta, deportado a Italia en 1767 con sus hermanos de hábito; residió en Roma desde 1783. En 1802 asu– mió la causa otro miembro de la suprimida Com– pañía de Jesús, Manuel de Parada, camarero secreto de su Santidad. Y tras éste, el sacerdote Sebastián Pascual, secretario del cardenal Lorenzana. Al mo– rir éste, fue encargado de la causa el trinitario des– calzo fray Juan de la Visitación, que la llevó ade– lante con entusiasmo desde 1824 hasta 1845. A par– tir de esta feoha la causa pasó a depender del pos– tulador general de los capuchinos. 235
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