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En 1980 las capuohinas se trasladaron a la nueva casa del Paseo del 'Malecón, dejando para más tar– de la traslación de los sagrados restos, cuando fue– ra construida la iglesia. El proceso informativo diocesano sobre la vida, virtudes y milagros, que constituye el paso inicial para una posible glorificación por parte de la Igle– sia, fue iniciado en 1668, transcurridos poco más de dos años desde la muerte. Desfilaron ante el tri– bunal eclesiástico trece de las religiosas, las que por más tiempo 1 habían vivido con la sierva de Dios, y además el padre Antonio de Aguiar, rector del colegio de la Compañía, el médico de 1~ comu– nidad y tres señoras que frecuentaban el convento. Fueron escuchados también diecisiete testigos sobre cierto número de milagros que se le atribuían. En 1670 se dio por clausurado el proceso dioce– sano. Pero, por causas desconocidas, no fue trans– mitido a Roma 3 • La devoción de la gente seguía, no obstante, manteniéndose viva. Al aparecer en 1733 la voluminosa biografía escrita por el jesuíta Luis Ignacio Zevallos, que sacaba a luz gran parte de los apuntes espirituales de la Fundadora, como toda Murcia la llamaba, creció el deseo, en eclesiásticos y seglares, de ver en los altares a una mística de esa talla. Se desempolvaron las actas del proceso de 1668/ ' Al iniciarse el proceso apostólico, una de las obje– ciones del promotor de la fe fue, precisamente, ese lapso tan largo de tiempo entre el primer proceso diocesano y la reanudación de la causa. Se le respondió dando como razón cierto decreto de Urbano VIII que prohibía introducir cau– sa alguna antes de haber transcurrido cincuenta años de la muerte, y se añadía la situación política y económica de España en la segunda mitad del siglo XVII. Positio super virtutibus, II: Animadversiones Promotoris Fidei, 3; Res– ponsio, 8. Nova positio, 3s; Responsio, 2-8. 234

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