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Un carácter más oficial tuvo el reconocimiento que se hizo el año 1729, en presencia del obispo y otras personas, entre ellas el padre Zevallos, que ya estaba trabajando en la vida de la sierva de Dios 1 • En 1745, cuando se trataba de reanudar la causa de beatificación, hízose nuevo reconocimien– to, asimismo de índole oficial. Y un siglo después, con miras a verificar el carácter milagroso de la incorrupción del cuerpo, en orden a la beatificación, se llevaron a cabo otros dos reconocimientos en 1859 y 1867. El sepulcro de la sierva de Dios siguió siendo objeto de la veneración de los murcianos hasta que en 1936, a raíz del estallido de la guerra civil, fue profanado por las turbas que asaltaron el conven– to. Gracias a la precaución de un marmolista, que separó los restos de la venerable cuando, juntamen– te con los demás, fueron llevados al cementerio co– mún, y gracias a la verificación de un médico que había observado atentamente el cuerpo cuando fue profanado, fue posible identificarlo en 1939, cuando las capuchinas pudieron reunirse nuevamente en comunidad. El convento había sido demolido. Hubo que construir otro, muy modesto, en la zona llamada Puerta de Castilla. Los restos de la venerada fun– dadora fueron colocados en el coro bajo; y allí se verificó en 1955 el reconocimiento oficial, que com– probó la identidad del cuerpo sin posibilidad de duda 2 • 1 L. I. ZEVALLOS, Vida, 252-262. Del acta del reconoci– miento de 1729 hay una copia en el archivo de las capuchi– nas de Murcia ; e igualmente una nota del modo como fueron dejados los restos en cada uno de los reconoci– mientos. ' Analecta Ord. Fr. Min. Capuccinorum 72 (1956) 74s, 121s. 233
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