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gracia de unión que los autores llaman beatificante. Escuchemos lo que escribe el 18 de octubre de 1649: «Su Majestad me hizo favor de darme primi– cias de la posesión eterna de la Iglesia triun– fante, como por su bondad me tiene ahora por hija y esposa suya en esta militante. Los efec– tos fueron: desnudez de mis sentires y enten– deres a fuero de creatura terrestre, un trueco de todo mi interior y potencias, por estar todas ilustradas con Ia luz y certeza de mi se_gura posesión, una dilatación de ánimo y velocidad de corazón, que parecía que sólo estaba como de puntillas en esta vida » (f 0 199v). Y cuatro días después, meditando en el final del cántico de Ezequías: Cantaremos nuestros salmos todos los días de nuestra vida en la casa del S efwr (Is 38,20), tuvo como un anticipo de la dicha eter– na, como si ya estuviera caminando hacia ella con paso acelerado: una sensación íntima de que el alma abandonaba aquí abajo el cuerpo, con «un levantamiento suave, a modo de vuelo del espíritu, a vista de la felicidad eterna, experimentando inte– lectualmente la compafi.ía de los bienaventurados, cantando con ellos a la beatísima Trinidad mis salmos. Y éstos -dice- entendí que no eran los que cantamos en esta Iglesia militante, sino unos lenguajes e inteligencias que, con el don de bien~ aventurada, sabré y el incendio del Amor divino me comunicará. Estos serán mis salmos ... Tuve inteli– gencia había de ser cantora por toda la eternidad .. . Otros efectos experimenté, y fueron: unos alientos grandes de alcanzar la posesión de tantas felicida– des ... , una desnudez de todo lo de acá, como de cosas aparentes y de burla,; y así estoy entre ellas como de puntillas ... ¡Ay, Señor, y cuándo será este momento y día! ¡Ay de mí, que se me alarf{a estt destierro mío! (Sal 119,5)» (f 0 200rv). 224
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