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19. ÚLTIMO HEROICO DESAPROPIO A partir de 1649, en los apuntes de sor María Angela, aparece un creciente anhelo de volar a la unión con el divino Esposo y un deseo impaciente de ver abreviado el destierro. En la semana santa de 1650 saboreó reiterada· mente las palabras de Jesús a los apóstoles después de la institución de la Eucaristía: Os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, nuevo, en el reino de mi Padre (Mt 26,29). Entendió que Jesús hablaba a los a:pós· toles « de la bebida del vino del amor por la frui– ción eterna, y así los dejó convidados para la mesa eterna». Se aplicó a sí misma esa invitación, y se le avivaron los deseos de aquel didhoso día, con una gran certeza de gozar de Dios. «Estoy como esperan· do día por día -escribe- y hora por hora; y así, cuando llegare el medio, que es la enfermedad, para partir de esta vida, no me hallará desapercibida. ¡Ay, Jesús, Jesús, y cuándo será! (fº 206v·207r). El año anterior había torturado aún su espíritu, con cierta insistencia, la preocupación por su pre· destinación; pero ahora recibía con frecuencia luz sobre la seguridad de la eterna felicidad que le esperaba; más aún, experimentaba como una par· ticipación anticipada de la gloria de los santos, esa 223

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