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«Parentesco con los hijos de la Iglesia» En Murcia continuó mirando, aun más que an– tes, su vocación contemplativa en su dimensión esencialmente eclesial, como algo no aprendido, sino experimentado. El 4 de octubre de 1647, fiesta de san Francisco, tuvo una de esas «experiencias de fe» del beneficio de ser « hi.ia de la Iglesia por el bautismo -escribe-, con unos impulsos que pa– recían lenguas agradecidas y enamoradas, que por sí mismas hablaban a su Majestad, y ansias de en– trega a Cristo. .. La fuerza de la verdad me hizo pre– sente y experimentable lo que tengo por fe. Y como ésta estaba tan clara, la esperanza parecía un vuelo que me arrebataba el alma y me unía con mi divino Señor con un lazo de amor íntimo, y ¡qué lazo! que, atando, pone a mi alma en una indecible li– bertad, porque parece verdaderamente finan las ata– duras de Adán en mí» Cf° 179r). Sentía verdadero parentesco de hermana y de madre con todos los hijos de la Iglesia, de manera especial con los pecadores. «Un modo de experien– cia de ellos -explica- que no sé decir el cómo, sólo que es una cercanidad tan íntima como de prendas propias y parentesco muy cercano, de quie– nes me ha hecho su Majestad como madre y her- obstante de ser como continua la limosna que se da en el torno a los mendigos, y otras particulares de todos los días a pobres doncellas y viudas vergonzantes; y con ser también esta casa ele madres capuchinas, para toda la ciu– dad, como universal botica, sacando sustancias destiladas con gran trabajo, a mucho fuego, para los enfermos, dando de limosna aguas medicinales, jarabes, pastillas, con otros medicamentos, para accidentes de estómago, pecho y ca– beza: no obstante todo esto. nunca les ha faltado ni falta lo necesario. Privilegio, sin duda, obtenido por los méritos ele su fundadora.» Vida, 294s. 218

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