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El 12 de octubre de 1636, fiesta de nuestra Se– ñora del Pilar, cuando aún estaba en Zaragoza, fue a pedir licencia al confesor para hacer la peniten– cia del «ejercicio de la columna»; debió de descu– brir en ello el buen padre cierta gula de tales mace– raciones , por lo que se lo negó, impulsándola más bien a la «desnudez y pobreza de espíritu», que es el camino seguro de la perfección. Quedó ella tan encendida en el deseo de ese desapropio, que quiso sellarlo con un acto solemne, en estos términos: «Hoy, día de mi Señora y Madre la Virgen, para mayor honra y gloria suya, y gusto de mi divino Señor y Esposo de mi alma, les hago renunciación de todas las particulares miseri– cordias, gusto y consuelo interior que en el recibimiento de ellas recibo. Y digo quedo muy contenta de quedar desnuda de todo por cum– plir el divino beneplácito, porque sobre todo lo amo y quiero, sin intereses de dádivas ni dones ni consolaciones. Y así me encierro en Él solo, con toda desnudez. Hoy, día de mi Se– ñora la serenísima Virgen del Pilar» (fº 69v). En Murcia fue adelante en esa forma de pobreza, que incluía, como ya hemos visto, la renuncia a toda redundancia de las comunicaciones divinas en las facultades inferiores (f° 18lr). El espíritu pobre vive el sentido de peregrina– ción y de tránsito . Santa Clara, en su Regla , recuer– da a las hermanas pobres su vocación de «viajeras y forasteras en este mundo» . Ese sentido, auténti– camente cristiano, lo poseía muy vivamente María Angela, y lo comprendió por luz superior un día al pronunciar la expresión del salmo: In loco peregri– nationis meae (Sal 118,54). Oyó que el Señor le de– cía en el interior: -Así lo haces tú, que eres mi peregrina. 216

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