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Sabía mantener el difícil equilibrio entre la com– postura exterior, grave y digna, que ella inculcaba a las jóvenes como reflejo de la conciencia de ser esposas de Jesucristo, y por otra parte la afabilidad y llaneza en el trato. «Estaba siempre con semblante alegre», declaran las religiosas en el proceso. Y no le faltaban salidas donairosas, muy oportunas. A las hermanas les caía en gracia su modo familiar de iniciar las respuestas: « ¡Calla, boba! » Eso en los tiempos de expansión. En los demás, «era observantísima del silencio», del que decía que es «madre de los buenos pensamientos y gran ayu– da de la presencia de Dios » 2 • Por lo mismo, estimaba grandemente el encierro de la clausura como garantía de recogimiento y de paz interior. El 25 de marzo de 1647, meditando en el misterio de la Encarnación, le vino esta idea: «su Majestad se me había adelantado en guardar . clausura en el claustro virginal de María para que, teniéndome predestinada para ser su espos~. ence– rrada en la estrechez de cuatro paredes, no se me hiciera dificultosa. Encariñéme muchísimo con mi estado de encerrada, casta, pobre y sujeta» (fº 175v). Pobreza de cuño franciscano Como hija de san Francisco y de santa Clara, hacía de la pobreza evangélica, exterior e interior. el centro de atención en el compromiso de fidelidad a Jesucristo. Era pobre en el vestir, pero nunca desaliñada, antes bien «curiosa en extremo y asea- · da » en cuanto lo consentía la rudeza del háb_ito. · En conformidad con la Regla, enseñaba a las 2 Traslado, fº 16v, 63r, 136r. 214

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