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tándole por luz divina cuál era la voluntad de Dios; a lo que ella respondió: -Primero es la obediencia que la revelación; en ésta puede haber engaño, en la obediencia no 8 • Así estaban las cosas cuando, antes de terminar el año, el 7 de noviembre de 1653, otra nueva cre– cida del río Segura obligó a las capuchinas a aban– donar precipitadamente el convento y volver a Las Ermitas (fº 218v). Inculpación infamatoria Fue durante esta nueva estancia en la casa de verano de los jesuítas cuando María Angela hubo de sobrellevar uno de los mayores sinsabores de su vida. Es posible que la falta de una clausura rígida, por razón de las condiciones del lugar, junto con la visita de los sacerdotes que iban a asistir a las religiosas, hubiera dado lugar a cierta interpreta– ción maliciosa; y pudo haber tenido parte también la celotipia. Lo cierto es que llegó al obispado una acusación de muy mal cariz referente al recato vir– ginal de las monjas y, a lo que parece, aun de la misma abadesa. Un día se presentó el visitador de la diócesis en Las Ermitas con aire bien poco bené– volo. Reunió la comunidad en la capilla que hacía de coro, y allí sometió a sor María Angela, delante de sus súbditas, a una fuerte humillación, incul– pándola de cosas muy graves. Fue una jornada muy dolorosa para todas las hermanas. Ella escuchó arrodillada la andanada, con la paz en el espíritu y en el rostro, segura como es– taba de su propia inocencia. Y quedó con la misma • Traslado, fº 46v; véase Escritos, fº 241r. 208

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