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ro que, frecuentemente, no son otra cosa que expre– sión plástica de su propia meditación. Hay también hablas interiores, que suele adjetivar como «inte– lectuales» (fº 180v, 205v-207r); y aun revelaciones, en especial cuando alguna persona, relacionada con ella o con la comunidad, se halla en trance de muerte 11 • Pero todo eso diríase que pasa como en el ves– tíbulo del santuario íntimo de las grandes comuni– caciones, sin llegar a ocupar el papel central ni en su vida de oración ni, menos aún, en su acción ex– terna. Lo consigna por obedecer, mas no lo toma en cuenta al regular su conducta. Casi en la misma línea coloca ella los sueños, generalmente «muy suaves», de que se sirve Dios para ciertas comunicaciones espirituales. Fueron sus confesores los que le hicieron dar importancia al fenómeno, obligándola a referir por escrito, ya des– de novicia, lo que le ocurría en sueños (fº 212r). Y en Murcia tuvo que extender, por orden de don Alejo, una relación de los «ensueños espirituales» que podían tener algún significado particular (fº 238v-239v). 11 Ese «don de profecía», como se lo denomina en el proceso de beatificación -que pudiera explicarse también por una especial receptividad telepática- creció en los años de Murcia, como se ve por sus relaciones al confesor: sin haber tenido noticia alguna, supo de varias personas conocidas que estaban en trance de muerte. Relacionado con éste hay otro hecho, por el que es co– nocida la Fundadora en toda Murcia: cuando alguna reli– giosa de la comunidad, algún bienheohor de la misma o alguna persona devota se halla próxima a la muerte, oye de improviso unos golpecitos, que la avisan para que se prepare. Esta experiencia, o como queramos llamarla, viene desde que la gente comenzó a venerar su sepulcro y a encomendarse a ella. 194
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