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claridad de saber y entender a leyes y fueros divinos. Y se baña en la inmensidad y amor atractivo de su Majestad inmensa. En mi inte– rior experimento una sutileza grande; pero ¿qué digo en mi interior?, hasta este cuerpo mor tal, pesado y de tierra, parece se le comu– nica algo, porque me haUo ligera como si sólo tuviese veinte años. ¡Oh bondad de Dios y co– rrimiento mío!, que no sé con qué cara escribo esto, siendo tan ruín y tan mal correspondiente. Los efectos son: una certeza grande ,que es Dios el que obra tales cosas en mí. .. » (fº 213rv). Al salir de esa abismación en Dios, todo lo de acá abajo le parece extraño, sin sentido. Se ha visto el alma «trocada toda, libre de toda atadura, como una avecita escapada de la jaula, volando por los aires y gozando de su centro y libertad». Y luego se encuentra otra vez en estas realidades caducas: «todo lo de acá me entristece, todo es ajeno de mí, me hallo desnuda de todo y como que todo se aleja y despide de mí, porque las cosas no son para mí ni yo para ellas» (fº 198v). Bajo la acción de la luz y de la operación de ese Dios, dueño absoluto, María Angela se ve inhá– bil,; todo lo que ella pudiera hacer con propio es– fuerzo no sólo le resulta inadecuado, sino como un estorbo a la acción divina que la invade y la susti– tuye. «En esa forma de obrar -escribe- yo no ten– go parte, porque soy atraída de la fuerza de la vis– ta de Cristo, quien, así como vaya a Él mi alma, obra en ella, sin ella, lo que quiere» (fº 207v). En la «verdadera pobreza de espíritu» El director espiritual seguía inflexible en no permitirle abandonarse a manifestación externa al- 191
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